miércoles, 17 de octubre de 2007

Ética ambiental y plaguicidas.


En nuestro país el envío de frutas frescas ha mantenido un incremento anual de 9,4% y da al producto nacional una gran importancia en el mercado internacional. Por su parte, la agroindustria frutícola ha experimentado un fuerte aumento en los años recientes, con una tasa anual de crecimiento de 13,6%.

Si muchas veces la economía agrícola nacional se ha visto en graves aprietos por la fluctuaciones del clima hoy se ve que se esta incrementando de forma muy positiva para la agricultura pero que a su vez deja un enorme desvarío en el ámbito social.
El aumento de las exportaciones frutícolas chilenas ha dejado a media luz la exorbitante exposición de miles de mujeres pues se ocultan los riesgos que estas sufren al exponerse prolongadamente a pesticidas que agrónomos nacionales sin ninguna o poca conciencia recomiendan usar en los huertos, con excelentes efectos en la fruta claro está, pero con un precio tremendo pagado por la clase obrera de nuestro país.
Sólo en el hospital de Rancagua de 429 casos de niños nacidos con malformaciones congénitas, 139 de ellos fue porque su madre fue expuesta a pesticidas ya sea por la ubicación de su vivienda o por trabajo agrícola.

Chile importa 31 plaguicidas que en otros países del mundo están cuestionados, 23 están prohibidos, cinco están suspendidos y 22 con uso restringido.
Los empresarios de la agroexportación y las autoridades con injerencia en el tema, prefieren refugiarse en la excusa de que no hay “certeza” de daños genéticos provocados por los agrotóxicos pero la respuesta estadística es evidente.
Una mujer temporera gana alrededor de 5000 pesos diarios un sueldo que sólo al hacer un cálculo simple de la canasta familiar (1 kilo de pan $800, o una lechuga $300) podemos darnos cuenta que no da sino sólo para la sobrevivencia de una familia en condiciones paupérrimas, y por este sueldo es que una mujer tiene que arriesgar su descendencia a enfermedades neurológicas y cromosómicas que le hace estar atados por el resto de la vida que mucha de las veces no es muy larga a un hospital.
Por mencionar un caso, Angelina nació y murió en el hospital de Talagante, el pasado 22 de septiembre. No tenía cerebro. Su madre, Carolina Céspedes, de 25 años, lo supo desde el quinto mes de embarazo, cuando una ecografía confirmó la irreversible malformación congénita (anancefalia). También supo que esa dura prueba era el resultado de haber estado expuesta, durante largo tiempo, a los plaguicidas empleados por los agricultores de Isla de Maipo. Carolina enfrentó la situación con valentía, sabiendo que “esto no me está pasando sólo a mí, sino que también a muchas mujeres en todo Chile”

Es este el testimonio de una mujer expuesta a pesticidas que con angustia ve que su realidad es la de miles de humildes mujeres chilenas que se ven vulneradas ante una normativa legal casi inexistente con relación a los pesticidas los cuales son utilizados desmesuradamente en los campos chilenos por lo visto su bienestar es de muy baja importancia en relación a los altos ingresos que deja la agricultura en nuestro país, el cuidado de que la fruta llegue a buen puerto vale mas que la vida de muchos bebes que nacen y mueren con malformaciones anualmente.



Para complementar esta información, pueden visitar los links:


http://www.odepa.gob.cl/odepaweb/servlet/contenidos.ServletDetallesScr?idcla=2&idcat=5&idn=2008

http://www.odepa.gob.cl/odepaweb/servlet/contenidos.ServletDetallesScr?idcla=2&idcat=5&idn=2008

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0034-98872000000400006&script=sci_arttext

http://www.puntofinal.cl/577/malformaciones.htm

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